En la antigüedad, la tierra fue un elemento fundamental en la definición de la naturaleza mesoamericana. Aún hoy el territorio es concebido como lugar de origen y retorno; es ahí donde se entierra el ombligo después de nacer y a donde siempre regresaremos al final de nuestros días.

En los códices prehispánicos se representaron espacios míticos y terrenales. En los primeros los dioses dotaron al hombre de los conceptos fundamentales de pensamiento; los segundos sirvieron para dejar constancia del escenario geográfico donde los gobernantes llevaron a cabo sus hazañas de guerra y conquista o alianzas matrimoniales.

Con la llegada de los españoles, los pueblos mesoamericanos se vieron en la necesidad de defender el espacio que les pertenecía ante el nuevo orden de gobierno. Por tal motivo elaboraron códices y lienzos en los que además de representar su territorio, añadieron datos históricos y genealógicos que ayudarían a comprobar la posesión de la tierra desde tiempo inmemorial. Ahora dichos documentos son fuente de identidad y pertenencia de los pueblos indígenas de México.