Para los antiguos mexicanos el tiempo permeó todos los aspectos de su vida. Ordenó y dotó la continuidad el quehacer cotidiano y extraordinario de individuos y pueblos enteros.
La cosmovisión prehispánica dividía el tiempo en dos: el que permanecía en los entes sobrenaturales –dioses y fuerzas sobre humanas– y el de los hombres. Ambos coexistían: mientras los dioses creaban y dirigían a voluntad el destino delos hombres, estos realizaban rituales y sacrificios humanos con los que intentaban propiciar, conciliar, suplicar e incluso coaccionar a aquellos seres para obtener un beneficio.
La creencia de los hombres se reflejaban incluso en el cómputo y registro del tiempo por medio de distintos calendarios: en torno a ellos nombraban y dotaban de un destino a los recién nacidos, pronosticaban fenómenos meteorológicos y fijaban las fiestas en honor a las deidades. Los códices y ruedas calendáricas son un punto de convergencia entre dioses, naturaleza e humanos. Su estudio nos permite vislumbrar una de las aristas del complejo universo indígena de los pueblos de México.
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En la antigüedad, la tierra fue un elemento fundamental en la definición de la naturaleza mesoamericana. Aún hoy el territorio es concebido como lugar de origen y retorno; es ahí donde se entierra el ombligo después de nacer y a donde siempre regresaremos al final de nuestros días.
En los códices prehispánicos se representaron espacios míticos y terrenales. En los primeros los dioses dotaron al hombre de los conceptos fundamentales de pensamiento; los segundos sirvieron para dejar constancia del escenario geográfico donde los gobernantes llevaron a cabo sus hazañas de guerra y conquista o alianzas matrimoniales.
Con la llegada de los españoles, los pueblos mesoamericanos se vieron en la necesidad de defender el espacio que les pertenecía ante el nuevo orden de gobierno. Por tal motivo elaboraron códices y lienzos en los que además de representar su territorio, añadieron datos históricos y genealógicos que ayudarían a comprobar la posesión de la tierra desde tiempo inmemorial. Ahora dichos documentos son fuente de identidad y pertenencia de los pueblos indígenas de México.
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Los gobernantes prehispánicos considerados –según la creencia de ese tiempo- una extensión de los dioses en la Tierra, conjuntaron en su persona el poder económico, militar e ideológico en Mesoamérica.
Crearon una organización política bien estructurada y por medio de ella conducían al vulgo según sus intereses. Con el mismo fin, su relación con la divinidad tenía que ser renovada constantemente ante los ojos del pueblo, pues el prestigio y dominio que conquistaron dependían de ese vínculo. Para ello, los sueños utilizaron la sabiduría de médicos y sacerdotes, ya que eran conscientes de la supremacía que el Estado obtenía al monopolizar el conocimiento.
Lo anterior se hace evidente en los códices: en sus registros advertimos genealogías de nobleza dirigente proeza de conquistadores, sometimiento de pueblos enteros y la cantidad de tributos obtenidos después de una guerra. De igual manera en esos documentos es posible señalar mitos, ritos y relatos históricos.
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